Casi una veintena de latinos son finalistas este año en diferentes categorías de los premios James Beard, considerados como los Oscar gastronómicos en Estados Unidos, y algunos de ellos lo son por proyectos en lugares quizá inesperados, como Wyoming, Idaho o Alabama, donde la población hispana no es numerosa (entre el 5% y el 13%, frente a la media nacional del 19%). Los galardones, que se entregan el 16 de junio, existen desde 1986 en honor a este autor de libros gastronómicos (el primero con un programa televisado de cocina en el país), pero hasta hace poco la gran mayoría de ganadores eran hombres blancos no hispanos y de restaurantes de “corbatín”. Desde 2022, sin embargo, han reconocido más perfiles diversos, como la chef oaxaqueña Iliana de la Vega en Austin (Texas), o Cristina Martínez, que abrió su fonda de barbacoa cuando vivía como indocumentada en Philadelphia. Noticias Telemundo habló con tres finalistas este año en sendas categorías, que ilustran el peso latino en las cocinas (donde uno de cada cuatro empleados es latino). Son Oscar Ortega, que compite por mejor pastelería por uno de sus locales en Jackson (Wyoming); José Medina Camacho, finalista en bebidas como copropietario del bar Adiõs en Birmingham (Alabama); y Salvador Alamilla, aspirante al premio de mejor chef de los estados de la región montañosa por su restaurante Amano en Caldwell (Idaho). "Algo falta aquí, ¿dónde está mi gente?" Medina Camacho, que ahora tiene green card pero por mucho tiempo vivió en Estados Unidos como dreamer gracias a DACA, cuenta que al principio no quería involucrarse en esta industria porque su madre y su padrastro, inmigrantes como él, trabajaban en cocinas y veía lo larga y cansada que puede ser la jornada. Cuando se decidió, trabajó "en todo". "Fui subiendo la escalera en cada aspecto de un restaurante: lavaplatos, cocinero de línea, busboy, mesero y luego el manager en un lugar, bartender en otro, armar la lista de vinos en otro más… de todo", dice. Durante la pandemia consideró moverse a otra industria, hasta que su socio en lo que ahora es Adiõs le sugirió abrir un bar. "Por un lado tenía miedo de dar ese paso. Pero lo pensé bien porque, o sea, yo veía e iba a bares en toda la ciudad y decía: ‘sí, algo falta aquí. ¿Dónde está mi gente?", señala. "Acá en Alabama mucha gente habla de southern hospitality. Pero yo digo que la mexican hospitality es otro nivel y quería enseñarles eso", agrega. En un inicio, cuenta Medina Camacho, la gente que iba a su bar no sabía qué esperar: le pedían "chips and salsa", dice, porque no necesariamente sabían que los establecimientos culinarios latinos pueden ofrecer muchísimas otras cosas. [Empanadas, tamales y arepas: los platillos latinos que gustan cada vez más a todos en Estados Unidos] "Ahora les encanta la música en español, me preguntan sobre el epazote, quieren saber todas las diferencias entre tipos de mezcal o de tequila", explica, ilustrándolo con el ejemplo de que entre los favoritos de la casa actualmente hay un martini de tequila reposado con sandía. "Queremos atraer a toda la comunidad de Birmingham, sea latina o sea americana, y enseñarles nuestra cultura", añade, “me emociona con esto lo que depara el futuro, sin importar si me quedo con el premio”. "Wow, sabe igual al de mi abuelita" En el restaurante donde Salvador Alamilla es chef principal, Amano, se lleva el corazón en la manga. Desde el inicio, cuenta, buscaron ser un lugar que ofreciera "el sueño de comer como en casa, como lo preparaba tu abuelo o tu mamá". Por eso, dice que, más allá de ganar o no el James Beard, ya tiene un premio enorme: "Ver cómo reacciona la gente a esta comida, que dice ‘Así le hacía mi papá’ o ‘Wow, sabe igual al de mi abuelita". Eso incluye hacer birria en un hoyo al estilo artesanal incluyendo consejos de todos los que trabajan en la cocina sobre cómo lo hacían sus familias, dice Alamilla. Junto a Becca Alamilla, la gerente del restaurante y su esposa, hace poco mudó Amano a una nueva ubicación más grande para acoger a los que se quedaban sin sitio en su sede original. Sobre su nominación como mejor chef en el área de Montaña del país, asegura: “Siento que eso habla de que la gente está muy orgullosa de que aquí tenemos esa representación, de que la gente puede comer esta comida hecha con amor y con manos familiares”. Y sí es una iniciativa de familia, pues además de que Becca es la gerente en la cocina trabajan la “mamá, tías, hermano y prima” de Salvador, según relata el chef. "Es un proyecto de familia que se ha convertido en un pilar de la comunidad aquí en Caldwell", señala sobre una ciudad donde la gente de ascendencia hispana suma casi 40% en contraste con el 13% de la población a nivel estatal. Eso incluye para los Alamilla el abogar por iniciativas comunitarias, como recaudar fondos para que maestros locales puedan comprar libros de autores diversos. "Podemos ser un lugar que ofrece una conexión a esta hermosa cultura que existe aquí gracias a que nosotros estamos aquí", dice Becca Alamilla, "me encanta que con nuestra comida y ambiente podemos transportar a la gente a un lugar que tal vez habían olvidado, o a que reviva recuerdos muy especiales”. La gerente promete que se esforzarán para que eso siga siendo así incluso con los aranceles del presidente, Donald Trump, que aún no les ha afectado tanto en su surtido, dice, pero hará que se pongan "creativos" para todavía poder tener todos los productos. "Ojalá que con esta experiencia en Estados Unidos también se valore más lo que importamos desde México y a México en general", concluye. El sueño de crear un flan como el de su madre Oscar Ortega, nacido en Ciudad de México, salió del país cuando era muy joven, y terminó pasando muchos años en varios países de Europa donde estudió gastronomía con "maestros increíbles". Pero nunca olvidó "de dónde salió mi semillita, mis orígenes": el país de donde surgió el cacao, una de las razones que lo llevó a querer dedicarse a la repostería. Hace unos años terminó mudándose a Jackson Hole, área de Wyoming cerca de parques nacionales que a mucha gente le pudiera parecer que es solo "cowboy country, en medio de la nada", dice Ortega entre risas. "Pero dije: ‘vamos a ver, vamos a intentar’", agrega, y probó a abrir una chocolatería. Había días en los que no vendía nada, dice, hasta que empezó a haber días en los que se agotaba todo. Para seguir mejorando empezó a entrar a competencias culinarias internacionales: inicialmente representó a México, su país natal, pero tras ganar varias veces lo invitaron a ser también parte del equipo oficial de Estados Unidos. “Y luego de que hacía los postres para las competencias, pues al regreso los ponía en mi pastelería. Y así se empezó a establecer” hasta ser considerada por los premios James Beard como una de las mejores del país. Ortega cree que esos avances en su carrera dan cuenta de cómo "en los últimos 10 años ha sido una cosa importantísima la influencia de la gastronomía mexicana y latinoamericana" en el mundo culinario estadounidense. "Y en parte es porque, desde Nueva York hasta San Diego, no hay cocina donde no haya gente latina, así sean chefs, los que están a su lado o los que financian, y sin importar si son restaurantes de estrellas Michelin o un local pequeño", afirma. Más allá de si gana el premio James Beard el 16 de junio —sería el primer chef de Wyoming en lograrlo— el ya ser considerado finalista es un impulso tras "años de trabajo, de incansables horas en cocina, de entrenar a un equipo", dice. "Mi prioridad, indistinto del resultado, sigue siendo tener la oportunidad de crecer como chef repostero, chocolatero y heladero internacionalmente", destaca, y entre sus objetivos para ello está lograr un flan que sepa igual al que preparaba su mamá. "Imagínate, después de tantos años de trayectoria y carrera no he podido copiar su receta, que se llevó con ella", suspira, "pero hay que seguirle intentando".